Madre, Padre y Trump
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Las pérdidas en la persona conllevan a sentir dolor, de ahí surge la palabra duelo, que significa la desolación por la ausencia de un ser querido, de alguien o algo que es importante, que tiene un valor relevante en la vida e historia de la persona. Ante esto, es importante reconocer las emociones, permitiendo sentir el dolor y elaborar desde la vivencia su propio duelo. De esta manera se entiende que la pérdida de un ser querido va acompañada de un cambio que posiblemente afecte las relaciones con familiares y amigos.
Para que se produzca un duelo es preciso que la persona objeto de la pérdida tenga significado e importancia y que exista vínculos afectivos para el o los que le pierden. El proceso de elaborar el duelo requiere tiempo y espacios para intimar con el vacío que ha dejado la pérdida de lo que no está, experimentar el sufrimiento y la impotencia que produce la ausencia. El duelo se tramita cuando podemos encontrar en el recuerdo aprendizajes, momentos significativos que construyeron parte de su vida, legados que trascienden en el tiempo, los cuales pueden tener un contenido de fortalezas y debilidades que permitirán darle vida, aunque su ausencia se sienta.
Me preguntaba cuando escribía estas entrelíneas, ¿se continúa viviendo con dolor? O ¿se vive con el recuerdo sin dolor? El duelo pasa por varias etapas que son experimentadas de manera única por cada persona dependiendo el valor que se le atribuye al ser querido y es así como se puede continuar viviendo con culpas, resentimientos y vacíos que no logran ser sustituidos o por el contrario se puede experimentar en el recuerdo la oportunidad para perdonar y perdonarse, reconstruir y resignificar situaciones no resueltas del pasado e invertir la energía en el presente y en las personas que se tienen alrededor.
Aunque el duelo es experimentado de manera única e individual y su duración también es relativa a las características de cada persona y sus recursos emocionales, existen varios momentos por las que transita el duelo.
El primer momento, se produce en el instante que se recibe la noticia, es un tiempo de choque e impacto emocional en la que se ocasiona un desprendimiento con el ser amado y suceden sensaciones fisiológicas y somáticas como náuseas, taquicardia, temblor, puede suceder que el intelecto se vea afectado de tal manera que la reacción es el rechazo, la no aceptación, que puede ser manifestada por la insensibilidad e indiferencia, o por el contrario la sobreexcitación. Se utiliza la negación como mecanismo de defensa frente al dolor, la persona que experimenta la pérdida activa de manera involuntaria un bloqueo de los procesos de información. Esta fase ayuda a amortiguar el dolor, pero si se extiende por mucho tiempo puede generar un choque con la realidad.
Existe un segundo momento en el duelo que se caracteriza por un estado de depresión y tiene mayor duración. Durante este tiempo la persona ocupa gran parte de su mente en recordar a la persona ausente, se alternan recuerdos dolorosos, alegres, palabras, sucesos, enseñanzas y todo el cúmulo de experiencias vividas. De forma progresiva se va reorganizando la vida interna y con la externa; durante el proceso del duelo la persona se ocupa del ser amado perdido y se repliega sobre sí misma, de tal manera que el mundo exterior no le interesa, no hay motivaciones, se pierde el sentido de las cosas. Se intensifica la relación con la persona ausente experimentándose un sentimiento de soledad y vacío. El estado de depresión puede durar desde meses hasta años y esto depende de la elaboración del duelo.
En el tercer momento del duelo es del restablecimiento, inicia cuando el sujeto mira hacia el futuro siendo capaz de volver a sentir nuevos deseos y de expresarlos, transita por la separación de los objetos personales del ser querido, guardando solamente los significativos. Se produce una mejoría en los sentimientos de tristeza, el desánimo se disipa, el dolor va disminuyendo, la persona experimenta un alivio y el final del duelo se manifiesta por la capacidad de amar de nuevo.
En conclusión, el ser humano puede permitirse vivir el dolor, sentirlo y elaborarlo, ya que es algo natural en la expresión de las emociones. Sin embargo, hay que evitar atravesar la línea delgada de la depresión y otras patologías.