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Con frecuencia escuchamos o leemos que las crisis son oportunidades, que superar dificultades nos hace más fuertes; pero esto no es algo que suceda con solo pensarlo. El afrontar una crisis o los obstáculos del día a día nos confronta en todas distintas esferas: físicas, emocionales, económicas, personales, familiares, etc. Depende de cada persona analizar las propias fortalezas, debilidades y a partir de allí emprender acciones que nos lleven de manera consciente y ordenada a superar lo que comunmente conocemos como crisis.
Según la psicóloga Azucena Aja, “las crisis se configuran como momentos de pérdida y dolor que nos incapacitan de forma momentánea para disfrutar de la vida conectar con el placer y el bienestar”. A partir de esta definición, vemos entonces las crisis como una oportunidad de reorganizar nuestra vida y re aprender a disfrutarla a partir de nuevos elementos o cambios que realicemos desde nuestro interior. Es decir, dejemos de ver los obstáculos como elementos que nos impiden llegar a los que deseamos, si no que los estos se convierten en peldaños para seguir ascendiendo y convertirnos entonces en el ser humano que deseamos ser.
Las crisis pueden surgir de eventos que no están bajo nuestro control; accidentes, desastres naturales, perdida de familiares o seres queridos, terminación de una relación, son eventos que cambian por completo la vida de una persona.
Así mismo, las crisis pueden ser producto de nuestras decisiones. Elecciones que nos han llevado a circunstancias no esperadas o que no consideramos vivir en el momento actual, como por ejemplo, cambio de empleo, decidir cambiar de país de residencia, o relaciones que no nos satisfacen. En este punto, es importante mencionar que el postergar acciones relacionadas como con el cuidado de nuestras salud o decisiones tomadas en el pasado cuyo reflejo se hace presente, también generan momentos de malestar o dolor, que la mayoría asociamos con las crisis.
Pero las crisis no son sólo producto de circunstancias negativas, también los cambios que nos causan felicidad y anuncian buenos tiempos, pueden producir estados de ansiedad e incertidumbre, debido a los ajustes que nos demandan. Por ejemplo, la llegada de un hijo a la familia, la partida de los hijos, un cambio de sitio de vivienda, un mejor empleo, la adolescencia de un hijo o incluso la integración con una nueva pareja.
Para el psicólogo Bill O´Hanlon (2004), las crisis, sean producto de causas externas o circunstancias que nosotros mismos construimos, introducen dolor y angustia en nuestra vida. Sentimientos que no son agradables y buscamos evitar a toda costa, al hacerlo, nos perdemos la oportunidad de crecimiento. Es ahí donde encontramos el primer paso para ver las crisis como posibilidades de cambio personal, al identificar que nos molesta, podremos analizar si la dificultad es a nivel de nuestra forma de relacionarnos, de actuar o de pensar.
No existe una receta para superar una crisis, debido a que cada circunstancia es particular y cada persona diferente. Lo que sí es posible, es que nos preparemos para afrontarlas con éxito. ¿Cómo nos equipamos para afrontar una crisis? al identificar los recursos internos y externos con los que contamos, es decir, nuestras fortalezas.
Todos contamos con elementos internos y externos para afrontar la vida, sólo que a veces no lo sabemos. Me refiero a capacidades intelectuales y emocionales particulares, que cada uno de nosotros posee, así como a valores y virtudes de los que podemos hacer uso en momentos críticos. Son fortalezas que no nos pueden ser arrebatadas, ya que involucran creencias, formas de pensar y sentir. Por ejemplo, la perseverancia, el sentido del humor, la esperanza, la capacidad de amar, el pensamiento creativo, la espiritualidad. Aunque cada uno de nosotros elegirá y descubrirá las diferentes fortalezas en sí mismo. Reflexionar sobre momentos del pasado difíciles, que logramos superar, nos ayudará a ver cualidades o valores en nosotros mismos que podemos activar en el presente.
Es posible que al transitar un periodo de crisis, no logremos ver nuestras fortalezas y por tanto, nos sentimos incapaces. En esos momentos, el deseo firme de superar ese periodo crítico, puede ser el recurso interno esencial que nos guie a la búsqueda de soluciones y de ayuda. El compartir con otros nuestra vivencia de dolor, reconocer nuestras dudas, sentimiento de debilidad o el no saber qué hacer, también es muestra de fortaleza, ya que nos permite buscar apoyo en nuestros seres queridos o en un profesional de la salud.
Lo anterior es poner en marcha los recursos externos, es decir, nuestras relaciones significativas. Apoyarnos en las personas que nos aman; nuestra familia, amigos, pareja puede ser un elemento clave para entender y trabajar en la superación de una crisis. No somos seres aislados, vivimos en comunidad y mantenernos en conexión con otras personas nos enriquece.
También es útil, identifiquemos áreas de nuestra vida que pueden ser un soporte, cuando otra área se derrumba, por ejemplo, nuestra actividad profesional, el realizar un pasatiempo, una actividad artística o el ejercicio físico, pueden ser actividades que nos brinden placer dentro del periodo de crisis. Así mismo, reunirnos con seres queridos o el pertenecer a un grupo o asociación, sea deportiva, recreativa, altruista, religiosa o de estudio, son actividades que pueden darnos estructura y brindarnos consuelo cuando pasamos un momento crítico.
En conclusión, la crisis nos abre una maravillosa oportunidad: protagonizar un cambio en la forma como vemos la vida y desprenderse de cargas no deseadas gracias a la adversidad. La crisis nos empuja a mirar cara a cara lo que nunca nos habíamos planteado, nos invita a adentrarnos en las “zonas que preferimos esconder” de nuestro plan de vida. Es el momento idóneo para preguntarnos cómo queremos y podemos vivir. Depende de cada uno de nosotros el después de una crisis vernos convertidos en individuos diferentes y conscientes de lo que podemos llegar a ser.
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