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Tal vez te haya ocurrido que te sientes aburrido, estresado, ansioso y te da por comer aún sin hambre y a todas horas. Te descubres abriendo la nevera a cada rato y picando todo lo que se te atraviesa. Esto es lo que se llama hambre emocional y tiene por objetivo calmar alguna sensación desagradable mediante la ingesta de alimento.
Es importante iniciar estableciendo diferencias entre hambre física (HF) y hambre emocional (HE).
- Hambre física: Inicio gradual, se come cualquier cosa que mitigue el hambre porque el objetivo es conseguir energía, se puede aplazar consumir el alimento, cuando estás saciado paras de comer y no se experimenta sensación de culpa por haber comido.
- Hambre emocional: Inicio repentino, se come sólo determinado alimento (antojos, caprichos), exige ser satisfecha inmediatamente, se continúa comiendo, aunque se esté lleno porque la emoción no se sacia, por lo que se experimenta sensación de culpa por el tipoy/o cantidad de comida ingerida.
Escucharse a uno mismo requiere atención, aprendizaje personal y estar atentos al lenguaje que utilizamos para nombrar las emociones de base que enmascaramos al repetirnos “tengo hambre”.
Lograr diferenciar entre HF y HE requiere estar atentos a identificar la sensación que sirve de disparador del “hambre” y que con frecuencia intentamos enmascarar. Si en vez de repetirte “tengo hambre” cuando realmente sientes angustia, miedo, tensión, frustración o peleaste con tu pareja, etc. Estarás dando el primer paso para dejar de comer automáticamente.
Te preguntarás los motivos de esta HE.
Los seres humanos tendemos a querer controlar los aspectos de nuestras vidas, unos más que otros. También en la búsqueda por la felicidad y placer, queremos evitar sentir emociones "incómodas" (miedo, tristeza, vacío, vergüenza, rabia, frustración, etc.), sin aceptar que éstas son parte de la vida y que tienen la función de ayudarnos a aprender, desarrollar herramientas de afrontamiento y valorar las emociones positivas.
Cuando no toleramos estas sensaciones incómodas, ni las vemos como apropiadas o sentimos que perdemos el control sobre ellas buscaremos alguna manera de equilibrarnos de nuevo, y ahí es donde entra la comida, como una cura momentánea que ofrece sensación de calma, satisfacción o alegría mientras se come, y luego, volvemos donde empezamos porque las emociones que inicialmente desencadenaron el hambre permanece.
¿Por qué no sentimos hambre de verduras?
La respuesta tiene que ver con la química de nuestro organismo. Los alimentos procesados tienen “añadidos” que alteran los neurotransmisores provocando esa sensación de bienestar; también son altos en grasas que generan sensación de satisfacción y logro. Este rasgo casi adictivo y el hecho que sea la comida de fácil acceso promueve que cada día sean más quienes se refugien en la comida para “llenar” el vacío o calmar el dolor que causan algunos acontecimientos o emociones en sus vidas y que desean afanosamente controlar.
¿Cómo afrontar el hambre emocional?
Puedes empezar, observando tus costumbres alimentarias, puedes llevar un registro por una semana de tus comidas para luego analizarlo. Responde antes de comer si es hambre física y bajo qué emoción/ estado de ánimo vas a comer en ese momento (aburrimiento, tensión, tristeza, vacío, rabia, etc.), esto permite identificar momentos en los que la respuesta de comer no se relaciona con hambre física y así poco a poco harás consciente cuándo comes por HF y cuándo intentas enmascarar una emoción con comida.
Otra opción para controlar el HE, es buscar ayuda psicológica. En psicoterapia se procura que el cliente aprenda a diferenciar e identificar en sí mismo ambos tipos de hambre, siempre desde un clima de escucha sin prejuicios, acogimiento y empatía.
El trabajo en las sesiones se orienta a conocerse a sí mismo, necesidades, deseos, lo que es realmente importante y valioso para mi vida y cómo lo reafirmo, defiendo o evito. También, a apreciar y valorar sus cualidades y habilidades y aceptar con gratitud los aspectos negativos propios de nuestra condición humana (imperfección).
Es por esto por lo que, en el camino hacia la felicidad y bienestar, la aceptación de lo que somos tiene lugar privilegiado.