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Dejate ayudar

por Heidy Guzman, MA, LPC, NCC

En algún momento de la vida nos hemos hecho las siguientes preguntas: Debo buscar ayuda, debo consultar con alguien o es mejor tratar de solucionar solo (a), sería adecuada la ayuda de un profesional (abogado, médico, psicólogo, consejería de tipo religiosa, etc.), o simplemente nos detenemos a pensar cuando es el momento oportuno para solicitar la ayuda de otra persona.

La mayoría de las veces es complicado asumir que se necesita ayuda. Por lo general, no nos damos cuenta de que tenemos una situación que resolver y puede quenos enteremos de ello solo hasta cuando llegamos a nuestro límite físico, emocional, espiritual o hasta que un tercero no hace caer en cuenta de ello.

Negar los sentimientos, pensar que llorar es para débiles, asumir que nuestra fuerza física es inquebrantable, negarnos la posibilidad de que otros nos entiendan o se coloquen en nuestro lugar son ideas que pueden llegar a desbordarnos. No podemos con todo (ni tenemos por qué hacerlo), el mostrar debilidad no nos hace menos valientes, ni el asistir a la consulta de un especialista significa que seamos incapaces de manejar nuestra vida o que estemos derrotados. Por el contrario, pedir ayuda, demuestra valentía, inteligencia y confianza.

Las situaciones que generan procesos o batallas se superan con esfuerzo e implican la toma de decisiones inteligentes, y lo anterior supone buscar herramientas que pueden ser aportadas por otros cuando las nuestras no han dado los resultados deseados. Cuando un individuo siente que algún evento significativo lo sobre pasa y le produce insatisfacción o alteración de su condición de equilibrio, es el momento de pedir ayuda.

No es sano pensar que el problema se solucionará con el paso del tiempo, es bueno que un experto se ocupe del tema y escuche para detectar si pasa algo grave. Tampoco es motivo para negarse la oportunidad, la falta de dinero, usualmente algunas instituciones ofrecen servicios médicos, legales o psicológicos a bajo costo o de forma gratuita, lo importante es ubicarlos en zonas cercanas a donde transcurre la residencia o el lugar de trabajo de quien los necesita.

El tomar la decisión de buscar ayuda no es fácil, hablar de nuestros problemas, contarle a alguien nuestra vida familiar, laboral; manifestar como nos sentimos, expresar que nos incomoda o que nos hace falta; no es tarea sencilla. Por lo general, surge entonces la pregunta ¿en quién confiar? Si hemos probado con gente a nuestro alrededor y no hay mejoría, o la ayuda que nos brindan no es suficiente.

El contar con el apoyo de los que nos rodean reporta uno de los mayores beneficios de los que el ser humano disfruta al pertenecer a un grupo, y así lo confirman los estudios sobre el valor del apoyo social sobre nuestra salud mental y física.

Según varios estudios, el correcto apoyo social recibido, a nivel económico, emocional, afectivo, etc., es uno de los principales amortiguadores de las emociones con carga afectiva negativa, como la ansiedad, la rabia o la tristeza, además de contribuir a mejorar la salud en general favoreciendo, por ejemplo, una mayor adherencia a tratamientos médicos, o animando a seguir un estilo de vida saludable. Pero llega un momento en que la ayuda requerida debe tornarse especializada en la medida en que el individuo empiece a notar que las consecuencias de los eventos o situaciones problemáticas se tornan cada vez más incapacitantes.

Existen elementos significativos que podrían estar dando la alarma de que se hace necesario ayuda especializada, entre ellos, podemos mencionar: creer que la vida no tiene sentido, sentimientos de tristeza profunda y constante, ataques de inseguridad o miedo, el individuo se observa de forma constante malhumorado y peleando con todo tanto en casa, en la escuela o en el sitio de trabajo; constantes pensamientos pesimistas, físicamente se experimenta desaliento, falta de apetito, trastornos de sueño. No es necesario que se presenten todos los síntomas y cada historia de vida es diferente, pero si presentan algunos de los anteriores u otros más traumáticos es inminente la necesidad de buscar orientación.

El aceptar recibir ayuda profesional te puede convertir en una persona más fuerte física y emocionalmente, dado que recibes estrategias para adaptarte de una mejor manera a las situaciones difíciles que se presentan a lo largo de la vida. Cuando se enfrentan junto a un profesional los problemas que generan dolor o malestar, y se puede hablar en confianza y libertad con alguien que no juzga tus sentimientos, experiencias y decisiones anteriores, estaremos generando espacios de reflexión con pautas que generan bienestar y tranquilidad.

Así mismo, el recibir el concepto objetivo de un tercero ayuda a percibir los conflictos de otra manera, de modo que afecten menos y seamos capaces de relajarnos antes momentos tensionantes. Lo que produce que el ser humano se capaz de adaptarse de una forma más flexible a los retos del día a día, y en general, habría una tendencia a mejorar sus relaciones personas y laborales.

El consejo y atenta escucha que se recibe en un momento de crisis, puede influir mucho en la valoración que se hace de aquellas situaciones a las que nos enfrentemos. Por otro lado, nuestra autoestima, autoeficacia y sensación de control interno se pueden ver acrecentados por la empatía y el apoyo profesional que recibimos de las personas. Pedir ayuda a tiempo, y a las personas apropiadas, facilita la vida, nos enriquece y nos da herramientas importantes para dar soporte a otros.