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La palabra sadomasoquismo ha sido utilizada en el estudio de la sexualidad para describir dos formas combinadas de perversión: el sadismo y el masoquismo.
En el sadomasoquismo existe un conflicto interno de dominio y sumisión, así como la necesidad del autocastigo.
El sadismo busca agredir al otro y causarle daño, pero sin conexión con el placer sexual. En el sádico predomina la humillación, la tendencia es a vincularse afectivamente con parejas agresivas y violentas de las cuales resulta muy difícil separarse. Junto al placer que produce el sufrimiento que le hacen, sienten también el goce de satisfacer su necesidad de castigo.
El sádico y el masoquista se complementan y tienen una función en las relaciones, la intención es provocar sufrimiento y a la vez recibir humillación.
Es importante diferenciar las prácticas sadomasoquistas en el acto sexual de las relaciones de pareja como una forma variada de enriquecerla, que es diferente a una perversión en la que se afecta la funcionalidad de la persona en diferentes áreas de su vida convirtiéndose en una limitante para poder sentir conexión con el placer y realizar otras actividades de su vida cotidiana.
La perversión definida por el psicoanálisis es la versión desviada del acto sexual. El sadomasoquismo es una de ellas, la cual debe entenderse de forma conjunta, porque ambas coexisten.
Hay personas que han incluido dentro de sus prácticas sexuales el sadomasoquismo sin que esto represente un problema, sino que la disfrutan, logran salir de la monotonía. Incluirlo dentro de la vida sexual no representa un problema siempre y cuando cada una de las partes involucradas este de acuerdo.
En ocasiones el sadomasoquismo logra convertirse en un juego de roles, en donde la fuente de placer es el dolor, es así como esta conducta sexual implica dos conceptos del dolor: El físico, en donde se realizan quemaduras con velas, golpes, pellizcos, mordiscos, ataduras y bofetadas durante el acto sexual. Y la dominación en el que el otro obedece, requiere que haya ataduras en los pies y manos, vendas en los ojos o mordaza en la boca.
El sadomasoquismo es considerado según el CI10 y el manual DSM 5 como una parafilia, pero solo se considera un trastorno si supone un daño para uno mismo o para los demás.