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El impacto positivo de una figura materna cariñosa y comprensiva en la formación de relaciones saludables en la adultez

Guzman Psychotherapy

Una madre marca la vida de sus hijos, una madre es luz en el camino, es guía en la adversidad y voz que advierte el tropiezo. Mamá a veces viene en forma de abuela, quien, con su don para vestirnos y darnos de comer, nos provee la existencia; en ocasiones viene en la forma de tía, quien con una sonrisa nos sostiene día a día; y rara vez, mamá viene en forma de hermana, quien asume un rol protector y defensor que es propio de ellas.

Si definiéramos la figura materna, nos encontraríamos con las acciones de una madre. Mamá es protección, es defensa, es consejo, es amor incondicional, es amistad, es provisión, es cuidado y también es consuelo. Ella se viste de dignidad y fortaleza para mantener la prolongación de su existencia: sus hijos.

Mamá se escribe con m de mujer, quien asume la osadía de poner a los otros primero, y se viste de comprensión como acción universal del sentido de la maternidad.

Si este escrito coincide con el significado personal que tú también has construido a lo largo de tu experiencia con tu madre, entonces eres una persona afortunada, porque solo quien ha gozado de una figura materna cariñosa y comprensiva en su vida, tiene la dicha de construir relaciones saludables en la adultez. ¿Por qué? Porque somos su esencia, impregnada desde la constitución de nuestra personalidad y la forma de desenvolvernos en el mundo que nos rodea.

Somos la esencia de nuestra madre: lo que vimos, lo que escuchamos, los consejos que recibimos, lo que observamos, las conductas que imitamos, los pensamientos que fueron enseñados, el ejemplo transmitido de generación en generación; y es todo esto lo que hoy, constituye nuestra esencia; la manera de relacionarnos con los demás, cómo decimos las cosas, la actitud que asumimos frente a la adversidad, lo que pensamos frente a ideologías, comportamientos y creencias de los otros, y la reacción que decidimos elegir frente a la vida.

Cada madre es un mundo”, cada una tiene su forma de luchar, de corregir, de mostrar la vida. Cada mujer cuando se convierte en madre, asume casi que automática e involuntariamente los patrones de pensamiento, emoción y conducta que observó, escuchó e imitó de la suya. Esa es la esencia que se lleva impregnada en el ser, aquella que nace en lo que recibimos de nuestra madre.

Somos su esencia, y para bien o para mal, la esencia la llevamos impregnada en nuestro ser, y nadie puede levantarse un día siendo otra persona, sino que toma tiempo, conciencia, psicoterapia, reconocimiento y mucho amor.

Hoy, te invito a reflexionar en la esencia de la madre que te formó y amó incondicionalmente (a su manera, cómo ella fue criada y amada también), y luego, obsérvate a ti mismo (a), cómo eres tú, qué piensas de ti y de los otros, cómo te desenvuelves en las relaciones de las que participas, cuál es tu rol en ellas, y, sobre todo, cómo has decidido asumir la vida hasta ahora. Y nunca olvides, que llevamos impregnado una esencia de la que difícilmente podremos deshacernos, porque toma años de construcción diaria en donde se empieza a descubrir el verdadero ser.