por Heidy Guzman, MA, LPC, NCC
Cuando hablamos de amor, nos damos cuenta de que es quizás uno de los conceptos, más difíciles definir, dado que se ve influenciado por múltiples aspectos, pero para el tema que nos atañe en el presente artículo, lo analizaremos desde la perspectiva de una emoción inherente al ser humano. De manera generalizada, se identifica el amor en su forma ideal, es decir, como algo eterno, puro y en muchos aspectos irracional.
Si bien, hay algo de razón en las anteriores afirmaciones, no es menos cierto que el amor desde su base psicológica se compone de diferentes elementos que se entrelazan para dar como resultado demostraciones afectivas que median las relaciones de los seres humanos. Queda claro entonces que más allá de los sentimientos el amor debe ser inteligente, capaz de unir en una misma definición, las emociones y las razones en cantidades equitativas. En otras palabras, no solo hay que sentir que se ama, sino que debe ser incluido en el sistema de creencias y valores de los individuos.
Partiendo de lo anterior, existen diferentes manifestaciones del amor, y una de ellas es la que se conoce como “relación de pareja”, que consiste en un vínculo amoroso que nace entre dos personas, este tipo de relación consta de varias etapas cuando se desarrolla de forma positiva. Enamoramiento, noviazgo, consolidación y matrimonio; serían a grandes rasgos las fases por las que va evolucionando una relación con el paso del tiempo.
Surge entonces la pregunta, si existen o no las relaciones de pareja positivas, desde la óptica que desarrollamos de un amor inteligente, no existen las parejas ideales o perfectas, pero lo que si encontramos son parejas que se ejercitan en un trabajo continuo, que demanda persistencia y dedicación de ambas partes, para lograr niveles de madurez que les permitan manejar sus altibajos de forma gratificante para cada uno de sus miembros.
Todas las parejas tienen desacuerdos (problemas), lo que no implica necesariamente que la relación funcione mal. Es común que un matrimonio discuta acerca de ciertas eventualidades, pero lo relevante es poseer elementos que permitan enfrentar esa problemática y resolverla de forma asertiva para no restarle firmeza a la relación.
Más allá del momento vital que se encuentre atravesando la pareja hay una serie de recomendaciones que pueden ayudar en cualquier fase en la que se hallen. A continuación, se analizan algunas de ellas:
- Discutir, no implica pelear. Es importante desechar la idea de que una discusión siempre es algo negativo. El ser partícipe de una discusión, implica debatir con argumentos claros y objetivos que conlleven a la búsqueda de una solución y que a su vez eviten que la situación se transforme en una pelea.