por Heidy Guzman, MA, LPC, NCC
“Cuando mencionamos la palabra conflicto, hacemos referencia a aquellos eventos donde se presentan disputas o puntos de vista opuestos, donde se genera la oposición de intereses o de conceptos, necesidades, objetivos conductas y valores entre personas o grupos que consideran que sus
metas son incompatibles”.
A partir de lo anterior, podemos considerar que cuando se pregunta qué significado tiene el término conflicto o problema para los individuos, las respuestas en la mayoría de los casos incluyen palabras como: tensión, rabia, malestar, incomodidad. Lo que nos lleva a concluir que en general, las personas consideran que los conflictos son negativos, lo que al ser analizado a profundidad no es correcto, más bien lo que se piensa sobre el conflicto está más relacionado a las consecuencias de no lograr resolverlos de manera adecuada. El conflicto puede llegar a ser positivo y generador de cambio si se afronta de manera asertiva.
La mayoría de las veces tratamos de evitar los conflictos, pero por muchos que tratemos de esquivarlos, estos son inevitables. Ya sea nuestra pareja, miembros de nuestra familia, amigos, colegas de trabajo o incluso con desconocidos, las diferencias aparecen, haciendo que nos veamos inmersos en un conflicto.
“Es importante considerar que un conflicto es una oportunidad para generar una nueva situación a partir de ese momento específico. Una vez que somos capaces de identificar dónde está el problema (qué es realmente lo que molesta) debemos exponerlo. Lamentablemente hay muchos conflictos que quedan encubiertos, que nunca se verbalizan. Esa actitud va deteriorando la relación, tensionándola, además de generar un doble estándar, ya que la persona se relaciona como si no pasara nada, pero en realidad está muy molesto”,
explica Karina Gatica, Directora del Magíster en Resolución de Conflictos y Mediación Sociofamiliar de la Facultad de Ciencias Humanas y Educación de la Universidad del Pacífico.
Es importante aclarar que no todas las veces es necesario “hablar de lo que está sucediendo.” Existen espacios y relaciones donde uno puede evaluar si es necesario hablar o no. A veces lo mejor es no hacerlo, no ahondar en la molestia. Esto suele suceder cuando el conflicto es fugaz y se da con una persona que no volveremos a ver y con quien no tenemos lazos afectivos marcados. Pero cuando las diferencias son con seres queridos, lo mejor es hablar y solucionarlo, porque son relaciones nutritivas, como familias, amigos y gente que ves todo el tiempo y que quieres. Al solucionar un conflicto con un familiar o un amigo, se recomienda hablar sobre lo que esta incomodando a las personas, pero se debe generar un espacio propicio para ello, es decir, que la conversación se genere en ambientes sanos, libres de rabia o miedo y no dejar que transcurra mucho tiempo de ocurrir el problema. Se trata entonces de lograr exponer las ideas acerca del conflicto de forma clara y no desde la emoción.